lunes, 5 de diciembre de 2016

Una Constitución para mirar al futuro tras 38 años de libertad

A mi juicio la única forma posible de progresar, la única forma posible de vivir, es mirar al futuro, mirar hacia delante. La actitud contraria, la que pretende conservar el pasado en naftalina es propia de quienes se esfuerzan para no mirar la realidad, o solo quieren ver su realidad. Tratar de obviar los cambios sociales de los últimos 38 años es no entender la existencia de una sociedad plural, más formada, más rica, más necesitada de participación real. Es cerrar los ojos a la realidad.

Todo esto tiene que ver con el 38 aniversario de la aprobación de la Constitución española de 1978. La mejor de nuestra historia convulsa. La que nos ha permitido vivir en paz, disfrutar de libertades, de un Estado de Derecho, la que puso las bases del Estado Social que posteriormente hemos ido desarrollando, la que logró que la descentralización política fuera una realidad. Una Constitución de la que nos sentimos orgullosos, de la que yo me siento orgulloso.

Sólo debemos mirar hacia atrás para aprender, para reconocer el esfuerzo, el valor, la entrega de quienes lucharon por la libertad incluso entregando sus vidas en este empeño. La memoria de los que dejaron su sangre, penaron con la pérdida de su libertad o con el amargo trago del exilio para devolver la democracia a nuestro país debe reconocerse en la constancia de sus familiares que siguen pidiendo reconocimiento. Esta memoria no es nostalgia, es justicia.

Pero desde aquellos albores de nuestra democracia han cambiado muchas cosas. España no tiene nada que ver con aquella que salía de 40 años de dictadura y que trataba de cerrar las heridas que dejó el Golpe de Estado y la guerra. La España de hoy es moderna, plural, forma parte de la Unión Europea, la ciudadanía dispone de nuevas herramientas que han cambiado la forma de entender la participación. A esto tenemos que unir las cicatrices que nos está dejando una crisis económica voraz a la que las políticas conservadoras han dado una respuesta ajena a la ciudadanía. La corrupción, las tensiones territoriales,...

Son muchas las razones que hacen pensar que ha llegado el momento de renovar nuestra Constitución. Pero renovarla para darle vida, para proteger y reforzar los logros alcanzados en estos 38 años. El Estado del bienestar. Para modernizar las instituciones democráticas, para asentar nuestro modelo territorial en un sentido federal. Es el momento de reformar la Constitución para que se parezca más a la realidad actual.

Si el país, si los españoles hemos cambiado la Constitución debe cambiar también para parecerse a nosotros. Para dar respuestas a nuestras nuevas necesidades. Para entender con más fidelidad la manera en que ahora vemos el mundo. Para que la pluralidad social y cultural tenga cabida en nuestra legislación básica. Para adaptarla a un mundo globalizado en todos los sentidos, economía, sociedad, nuevas tecnologías de la comunicación.

Reformar la Constitución es una tarea que debemos emprender todos y todas. Este trabajo es fundamental para que sigamos mirando al futuro con garantías de progresar, de avanzar y no caigamos en la falsa nostalgia de un pasado que realmente nunca pudo ser mejor. Reformar la Constitución debe servirnos para reforzar la idea de que todos somos iguales, diferentes sí, pero sobre todo iguales, en España, en Andalucía y también en San Juan de Aznalfarache.

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